martes, 18 de septiembre de 2007

El dios de las cosas tontas

A veces no se a quien implorar. Al Dios del cielo, al verdadero, procuro importunarle lo menos posible. Lo imagino allí arriba atendiendo los asuntos mas graves del planeta. Bastante ocupado debe de andar Dios como para entretenerse en mis pequeñeces del día a día. Y al otro, al dios de las cosas tontas (como yo le llamo), al que unas veces le pido que llueva y otras que haga sol, y otras que el autobús no tarde o que se me pase el dolor de cabeza, no lo creo capaz de grandes azañas.

Sin embargo esa mañana, o bien este hizo un exceso, o aquel se tomo un respiro entre desgracia y desgracia.